jueves, 23 de agosto de 2012

El árbol del conocimiento. Notas alrededor de "Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los humanos" de Walter Benjamin.


Hay un Walter Benjamin que escribe y un Walter Benjamin que piensa. Está el Walter Benjamin de las oraciones sueltas –que valga aclarar, jamás podrían ser fragmentos– y el Walter Benjamin de los pequeños pero protuberantes sistemas edilicios. En cada edificio que el Benjamin que piensa construye en forma de ensayo, el Benjamin que escribe, Benjamin el escribiente, el que preferiría no hacerlo, murmura cada vez más bajo hasta volverse casi invisible. Casi: eso es lo que este escrito –que no ensayo– intentará hacer aparente o, mejor, audible.

Gilles Deleuze y Walter Benjamin no son figuritas a ser cruzadas. Más que porque no puedan serlo, simplemente porque no se cruzan: son viajes –o más bien procedencias– distintas: turismo expectante y atento a ser hallado por el lejano Este, turismo clara y voluntariosamente alrededor del cercano Oeste. Sin embargo, el mismo tipo de turismo, turismo sin tour. Hay algo en el escribir de Benjamin, en Benjamin el de escribir, que escapa o más bien escurre entre el Benjamin de los ensayos. Tal vez sea el Benjamin de Agamben, el de los 20 miligramos de mezcalina, tal vez sea el Benjamin de los pasajes de París. Como sea, lo que expresa sentido en Benjamin siempre está entre, en medio de lo que Benjamin está pensando; lo que hace sentido en Benjamin siempre es lo que Benjamin, al menos en tanto Walter Benjamin, no puede decir.

Buenos Aires
otoño/invierno de 2006

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