domingo, 26 de agosto de 2012

Georg Simmel y la construcción de la subjetividad en las grandes urbes.


Lo que las líneas que siguen pretenden es, si bien no sencillo, sí preciso: una de las aristas del pensamiento de Georg Simmel transita, en más de una ocasión, el problema de la construcción de las subjetividades en la modernidad de las grandes urbes. El trabajo simmeliano de poner en evidencia la creciente y, para ese entonces, novedosa “objetivación de la cultura” abre la puerta a la pregunta por los registros perceptivos, por el régimen de atención producto de esa apoteosis del fetichismo de la mercancía: el problema, el nervio, la angustia del urbanita descansan en su modo mismo de ser sujeto –modo a su vez estandarizado, modo a su vez fetichizado gracias a, entre otras cosas, ese rebasamiento del componente “mágico” de la mercancía desde la esfera propiamente productiva a la esfera del consumo.

(…)

La decisión de estudiar “el cuerpo de la cultura según su alma” (Georg Simmel, "Las grandes urbes y la vida del espíritu", en El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura, Barcelona, Península, 1996, p. 251) se vuelve, así, la decisión de explorar los modos en que las nuevas formas de vida repercuten y a la vez descansan en los contenidos de esa vida externamente informada: repercuten puesto que el contenido de la vida (aparentemente esencial, aparentemente unitario, aparentemente «total») debe adaptarse a la/s nueva/s forma/s de su contención (violentamente fragmentarias aunque individuales): el contenido de la vida se descubre modificándose a sí mismo para poder caber en ellas. Pero a su vez esas formas modificadoras del contenido vital por fenómeno de adaptación descansan –y crecen, y se multiplican, hasta donde llegamos a ver, ilimitadamente– en ese contenido: si las formas de vida de la gran ciudad siguen ofreciéndose exitosamente y con altas tasas de ganancia es indudable entonces que abundan contenidos vitales que las demandan y, por tanto, que no tienen mayores dificultades a la hora de vestirlas.

Buenos Aires
otoño de 2009

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